Ante las complejas circunstancias que caracterizan hoy la vida en nuestro planeta, con sus cambios vertiginosos impuestos por la codicia desmedida y generadora de una violencia cada vez más fratricida que amenaza la existencia misma de nuestra especie y su Casa Planetaria, es más urgente que nunca antes, la creación, desarrollo y consolidación —según el caso— de las condiciones que garanticen una lectura reveladora, profunda y crítica, capaz de permitirnos interpretar los códigos abiertos y encubiertos que el texto de las nuevas realidades reclama.
Por ello, es imprescindible, volver una y otra vez, hoy con mayor compromiso y pasión, al pensamiento martiano “Se ha de conocer las fuerzas del mundo para ponerlas a trabajar”, que convoca nuestro sistema de Congresos Internacionales Lectura Para leer el XXI, desde su fundación hace veinticinco años.
Nunca como hoy, hemos estado más convencidos de que los principios en los cuales descansa nuestra concepción de la Lectura como “acto reflexivo y emocional, en tanto comunicación abarcadora de nuestras multifacéticas relaciones con el universo y con nosotros mismos”, vale para impulsarnos y sostenernos en nuestro afán.
Por ello, a pesar del rugido ensordecedor de los tambores de la guerra que no cesan de tocar, lacerando nuestros días y asustando nuestras noches —nos lo confesemos o no—, hemos afinado nuestro oído y escuchado el llamado de Amos Oz, el autor israelí de Una historia de amor y oscuridad y Contra el fanatismo “Si existe un poco de esperanza, esta es el poder de la imaginación. El poder con el cual una persona consigue imaginarse en el lugar del otro”.
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